No mires al viejo árbol dónde te
sentabas
llorando hasta que tu abuelo te contaba
un cuento
y sonreías al mirlo, al cabrito y al
conejo
Dame la mano, niño, que no te borre el fuego.
Va por los riscos dónde diste tu primer
beso
y enamorado cómo estabas, en aquel
pino,
dos corazones se unieron. Rojo sobre
negro.
Dame la mano, niño, que no te borre el
fuego.
Que la lava del volcán guarda nuestro
latir
cuando el fuego se pone fiero, y avanza
y avanza
dejando su rastro de grises, rojos y
negros.
Dame la mano, niño, que no te borre el
fuego.
Levanta la casa dónde tus hijos
nacieron
sobre la negra tierra que te dará el
alimento
y el joven pino te recordará aquel
beso.
Dame la mano, niño, que no te borre el
fuego.
Que tu tierra es un volcán de fuertes
sentimientos
de navegar en tormenta y renacer con el
viento.
Suelta la mano, niño, que ya se apagó
el fuego.
Ó
A Villoria Roza